Los orígenes del palacio de la Granja de S. Ildefonso están en una antigua granja de frailes, en un hermoso paraje en medio de la meseta castellana de la que un rey se encaprichó un día en que estaba recorriendo la zona para cazar. Ese rey era Felipe V, primer Borbón español. No lo dudó y compró esa granja a los frailes y se puso a proyectar su lugar de retiro y descanso para alejarse de la mundana vida cortesana. El autor del primer proyecto fue T. Ardemans.
Este se basaba en la tipología típica de un alcázar, una construcción cuadrada, con un patio central y cuatro torreones, al estilo del escorial, todo lo contrario a las corrientes europeas. Tales eran las esperanzas del rey por este proyecto que el mismo dormía en una rudimentaria habitación mientras que el resto del palacio estaba en construcción. Ese retiro, le llevó a tomar la decisión de abdicar en su hijo, y retirarse para siempre a esta modesta casa de campo.
Pero este retiro fue corto, ya que el nuevo rey, su hijo Luis I, morirí a los pocos meses de su ascenso al trono, teniendo que volver a reinar su padre Felipe V. Esto hizo necesario un cambio del rumbo en la concepción de La Granja, pues ahora ya no sería solo una residencia de retiro espiritual, sino la residencia de un rey en activo que además debería dar cabida a toda la corte, por lo que tendría que representar dignamente la majestad del monarca. Para ello se recurrió a dos arquitectos impuestos por la nueva reina, de origen italiano: Procaccini y Subisatti, que ampliaron el palacio con dos nuevos patios: el de coches y el de la herradura respectivamente. Este último patio, de gran belleza y con un estilo barroco muy europeísta, ha sido definido por muchos, como un verdadero salón de baile al aire libre.
En cuanto a las fachadas, la que da al núcleo urbano alberga la basílica y que por su sobriedad supone todo lo contrario a la opuesta, que se abre hacia el parque, y que se convirtió en la mas emblemática siendo además la última obra de Filippo Juvarra. Está realizada con piedras y materiales polícromos, destacando sus columnas rosadas de orden colosal. Esta fachada esta diseñada para contemplarla en toda su amplitud desde el parque. Actualmente aún podemos ver los vestigios del antiguo alcázar en el patio central que se conserva intacto, así como dos de los cuatro torreones.
En cuanto al interior del palacio, está a la altura de los más lujos de Europa, y en su decoración trabajaron un importante número de decoradores, preferentemente italianos. De sus salas hay que destacar algunas como la de los mármoles, la de la fuente con una importante colección de esculturas proveniente de la reina Cristina de Suecia, el salón del trono que durante un tiempo ocupó el centro de la fachada al parque aunque hoy en día se le ha devuelto la función original de la pieza como dormitorio de Felipe V, el salón de las lacas de estilo oriental, así como otras muchas salas fastuosas de un barroco tardío que anuncia ya el rococó.
Si algo destaca de este palacio, es el parque con sus fuentes. Este fue trazado inicialmente por R. Carlier, continuándolo Bottineau, y para ello siguieron el modelo de Versalles, palacio en el que había nacido y crecido Felipe V y que tanto añoraba. Las fuentes son obra de diversos escultores (Thierry, Fremin...) y surgen en cada rincón de manera inesperada, convirtiéndose en muchos casos en verdaderos grupos escultóricos en los que el agua es solo un accesorio. De entre ellas destaca la de la fama, que lanza el agua a 40 m de altura, la de Los Baños de Diana con sus ninfas y tritones, la de Neptuno, ........y la Gran cascada, frente al palacio, y jalonada de esculturas y jarrones marmóreos. Es precisamente aquí donde se obtiene la mas bella perspectiva del conjunto palacial.
Una de las cargas de este palacio es su constante comparación con Versalles, cuando en realidad ambos palacios fueron concebidos con fines distintos. Versalles lo fue como centro neurálgico de Francia, mientras que la Granja era un lugar de descanso espiritual. Otro dato que confirma esta teoría es que en el palacio francés, la capilla no es mas que un añadido casi secundario, pero aquí, la basílica se convierte en el centro del conjunto, y eleva su cúpula por encima del real sitio, sobresaliendo por encima de todas sus fachadas.
Hasta el reinado de Alfonso XIII este palacio fue utilizado como residencia veraniega de los monarcas. Hoy en día a quedado relegado lamentablemente a ser sede de puntuales eventos de estado, imponiéndose fundamentalmente el uso cultural. En definitiva un Palacio exquisito, delicado, en el que el refinamiento dieciochesco alcanza su apogeo, y que junto a sus jardines hacen de el un verdadero paraíso terrenal y como alguien dijo: "Solo el rey de España posee un palacio en las nubes".