En Ettal, Luis II, el legendario rey de Baviera hizo construir a partir de 1870 uno de sus palacios de cuento : Linderhof (patio de los tilos). Su construcción duró 5 años y nuevamente hay que buscar la inspiración en Francia y Versalles, pues fue construido como si de un petit Trianon se tratase. En este emplazamiento, décadas antes, su padre, Maximiliano II, había construido un pabellón de caza justo enfrente del palacio actual y que fue destruido para esta nueva construcción.
El castillo está formado por un edificio principal, un parque escalonado y una serie de pequeños edificios que recuerdan en su forma y decoración mitos griegos y árabes, así como las leyendas nórdicas tan amadas por el soberano. El edificio central esta construido en un barroco triunfante, a pesar de que este estilo había pasado de moda hacía un siglo. La está coronada por una estatua de Hércules sosteniendo la bola del mundo, bajo la cual se haya el escudo de Baviera. Llama la atención las pequeñas dimensiones de este edificio blanco, casi cuadrangular y que cuenta con tan solo diez estancias en su planta noble y que se distribuyen de forma casi simétrica a partir de un eje central en cuyo extremo se encuentra el dormitorio del rey. Muchas de estas estancias carecen de una función específica..
Los interiores suponen la culminación del estilo historicista neobarroco. Ya Luis II lo denominaba el palacio joyero, pues todos los gabinetes dan la impresión de sobrecarga decorativa, como una concentración del mas puro estilo francés como si de un museo se tratase. Ya desde el vestíbulo, la alusion a Luis XIV es clara pues en el techo encontramos el emblema del rey francés con su divisa, así como una estatua ecuestre de este monarca, réplica de la original emplazada antiguamente en París.
Desde el vestíbulo se accede a una pequeña escalera de mármol que da acceso a la planta noble en la que destaca el dormitorio del rey, relativamente grande para el tamaño del palacio. En realidad el dormitorio primigenio era mas pequeño pero el rey lo consideraba demasiado modesto. Como en Versalles, la cama está separada del resto de la estancia por una balaustrada, que posteriormente, y gracias al pequeño estrado en el que se sitúa el lecho, hizo la veces de pequeño escenario.
En la parte opuesta se encuentra la sala de los espejos, que sobrepasa todas las demás por su exuberancia. El efecto es tal que es difícil saber si lo que uno mira es algo real o es el simple reflejo de uno de los numerosos espejos. En el centro se haya una magnífica tabla de lapislázuli y porcelana. Entre el follaje dorado de las paredes encontramos también vasos de porcelana distribuidos por el salón.
El comedor, destaca una mesa con un mecanismo que la hacía ascender y descender por el suelo, sin que el rey fuera molestado por el servicio de palacio. Su explicación está en una leyenda alemana que habla de una mesa mágica llena de viandas que surge del suelo. Otro detalle representativo de Luis II es que no comía solo, siempre hacia disponer en la mesa dos servicios. Uno para él y otro para un invitado imaginario, que podía ser María Antonieta, Louis XVI……
Existen también dos salones de tapices. El del ala oeste o sala de música conserva un Aeolodión, instrumento que combina un piano con una harmónica, de factura muy elaborada y que estaba destinado a ser tocado por Wagner. Lamentablemente el compositor nunca llegó a hacerlo.
Se completa el palacio con otros cuatro salones mas pequeños y que se identifican por el color de sus paredes: los gabinetes lila, azul, amarillo y rosa (el único con una función específica pues era el vestidor del rey), de gran belleza y que están decorados con paneles dorados y medallones con los retratos de personajes de la corte de Versalles.
Ya en el parque constatamos la influencia del barroco y del renacimiento italiano. Fue proyectado como una escenografía llena de estatuas, pérgolas y jarrones ornamentales. En el centro se hayan una serie de cascadas artificiales dominadas por el grupo escultórico de Neptuno. Delante del palacios, a los pies de la escalinata se abre un espejo de agua rodeado de estatuas representando los continentes y las estaciones, en cuyo centro la fuente de Flora lanza un chorro de agua a más de 25 metros de altura. Una de las esculturas mas bellas es la de la Fama dorada. El parque conserva una gran simetría, solo rota por un viejo árbol de mas de 300 años, anterior por tanto al palacio y que Luis II se negó a hacer talar, incluso le tomó tanto cariño que hizo construir una serie de plataformas y rampas para ascender a lo alto de él y hacer de el su lugar de reflexión, donde tomaba el té. Es más, incluso el nombre del palacio hace referencia a él como se ha dicho al principio, su traducción sería “patio de tilos”. Dentro del conjunto hay varios pabellones de inspiración oriental, chozas, ermitas.
Pero si hay algo aun más sorprendente, eso es la Gruta de Venus, inspirada en la ópera Tannhäuser y que queda patente en un mural pintado con escenas de la ópera. Construida detrás del palacio, parece una lugar encantado. Tiene 100 m. de largo y 10 de alto. En ella, prácticamente todo es falso. La paredes de estalactitas están construidas a base de telas y hormigón sobre una estructura de acero. En el centro existe un lago en el que el rey daba paseos sobre una barca con forma de concha. Todo ello se complementa con efecto de luces que funcionaban gracias al primer generador de electricidad de Baviera. Esta estancia era tan fría que se necesitaban cuatro días para caldearla y la temperatura conseguida no superaba los 20 grados.
Contrariamente a sus otros palacios, Luis II pasará mucho tiempo en este palacio, quizás porque aquí encontraba la compañía de los fantasmas que le permitían sentirse acompañado en unos ambientes mas íntimos, viviendo en contacto con la naturaleza y permitiendo dar rienda suelta a su carácter mas reflexivo. Se trata verdaderamente de una joya de palacio.