La historia de este palacio parisino es muy larga, aunque intentaremos resumirla brevemente. Su origen se remonta a la edad media y fue construido en 1190 por el rey Felipe Augusto como fortaleza. Ya de esta época se conservaban importantes manuscritos en una de sus torres. Posteriormente, durante el reinado de Francisco I, se tomó la decisión de demoler esta primera fortaleza para levantar una construcción de mayores dimensiones.
Encomendó el proyecto a P. Lescot que lo reconvirtió en un verdadero palacio renacentista, y que correspondería a una de las partes de la Cour Carreé (patio cuadrado) que podemos ver hoy en día.
En 1595 Enrique IV quiso unirlo con el cercano castillo de la Tullerias (hoy desaparecido) mediante una gran galería paralela a la orilla del Sena y que alojaría la colección real de pintura, así como un taller para los artistas, lo que supuso el comienzo de la gran vocación artística del Louvre. A partir de aquí, sus sucesores fueron ampliándolo. Luís XIII cuadruplicó la Cour Carreé y Luis XIV contruyó una nueva , que cierra la cour Carree en su lado oriental. Se trata de una fachada con una gran columnata a modo de peristilo, y flanqueada por dos pabellones. Esta ala fue construida por Luis XIV con el objetivo de establecer la residencia definitiva de la corte. Para ello se presentaron numerosos proyectos, incluso al mismísimo Bernini se le solicitó un proyecto que fue desestimado, decidiendo finalmente encargar el proyecto a Perrault y Le Vau.
Para algunos, esta decisión por parte del rey fue la menos apropiada y él era consciente de ello, pues aunque el resultado es espectacular, era la menos práctica, ya que las ventanas de los apartamentos reales quedaban retranqueadas por detras de la columanta, disminuyendo notablemente la entrada de luz al interior. Esto le sirvió de pretexto al rey para poner en práctica su objetivo, construir un nuevo palacio de su entero gusto y a las afueras de Paris: Versalles.
Pero fue solo bajo el reinado de Napoleón III cuando se culminó el gran proyecto del "Gran Louvre": fusionarlo totalmente con el castillo de las Tullerias (la verdadera residencia de la corte durante el 2º Imperio). Para ello se tuvieron que demoler manzanas enteras de casas, quedando entre los dos un gran patio cerrado denominado como patio del carrousel, en el que está el arco de Napoleón. Pero el sueño duró poco tiempo, pues a los pocos años, un incendio provocado por las revueltas populares destruyo el antiguo palacio de las Tullerias. quedando así el patio del carrousel abierto, tal y como está hoy. En cuanto a los interiores, han sido en su mayoría acondicionados como salas de exposiciones, aunque merecen ser destacados los aposentos del antiguo ministerio del Interior en el Pavillon Turgot, que datan del reinado de Napoleón III. La gran sala de este palacio es la Galería de Apolo, decorada por Le Brun, tras su éxito en el palacio de Vaux le Vicomte, y que a partir de aquí se dedicaría ya solo a decorar Versalles. Es esta galería están las joyas de la Corona de Francia, que merecen ser vistas. Entre otras podemos ver las coronas de Luis XV, Napoleón I o las de la emperatriz Eugenia de Montijo.
La ultima y para muchos lamentable intervención realizada en este palacio, realizada bajo la presidencia de F. Mitterrand, ha sido la Pirámide de Cristal, que rompe toda la maravillosa perspectiva del palacio desde los jardines de las Tulleries. El problema no está en la pirámide que si es interesante, el problema es su ubicación. Realmente la impresión del conjunto palatino es impresionante, y aunque su contrucción se ha prolongado durante 900 años, hay una gran uniformidad estilística que se ciñe al estilo dado por Lescot, aunque si se mira en detalle los distintos bajorrelieves, podremos distinguir perfectamente las distintas épocas de construcción, ya que se pueden ver camuflados elementos contemporaneos a las distintas épocas de su construcción, como por ejemplo locomotoras de ferrocarril, en un marco renacentista. En la actualidad el Louvre se ha convertido en el segundo mayor museo del mundo tras el Hermitage de San Petersburgo, y por ello es prácticamente imposible visitarlo íntegramente, sobre todo si es una visita turística, por lo que es necesario ceñirse a un número limitado de salas.